Esta clase de yoga era diferente a cualquier otra. El sol entraba abuela mexicana caliente a través de las ventanas, y sentí una ola de relajación inundarme cuando pisé la alfombra. Estaba decidido a concentrarme en respirar y estirarme cuando de repente sentí una necesidad abrumadora de abrir las piernas y dejar escapar un gemido profundo y poderoso. Mi hijo estaba mirando desde un costado, y mi cuerpo estaba vivo de placer. No podía creer que me estaba permitiendo dejar ir de esta manera, pero el sentimiento era tan liberador y fortalecedor. Sentí la energía proveniente de mi núcleo y fue una excelente manera de conectarme con mi yo interior. Este momento fue a la vez prohibido y liberador, un recordatorio de que podemos encontrar placer en lugares inesperados.
Abuelas calientes
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